En esta reseña os presento una novela corta que se puede leer en un par de días. Pero no os confundáis; no es el típico libro que tienes en la mesilla de noche o que llevas en el transporte público para amenizar el viaje. Es una obra breve con mucha crítica escondida que no debe leerse a modo de ocio, para desconectar del mundo. Todo lo contrario. Te hará pensar, reflexionar sobre una sociedad deshumanizada que destroza a personas sin ningún pudor. Hablo de Maggie: una chica de la calle escrita por Stephen Crane.
Esta breve novela nos presenta a una muchacha que irradia luz y dulzura. Maggie, una joven que vive junto a su familia en el barrio de Bowery, un suburbio más de Nueva York. Sin embargo, en un mundo en el que la hipocresía y la ignorancia reinan junto a los instintos más rastreros y oscuros del ser humano no puede perdurar un alma pura y frágil.
El autor de esta obra nos ofrece una representación naturalista del mundo; es decir, nos muestra lo que el hombre no quiere ver, lo que no quiere escuchar, lo que prefiere ignorar y ocultar. Una dura crítica a los cambios que sufrió América en el siglo XIX que, más que mejorar, solo empeoraron la situación. Al leer esta novela solo hay un sentimiento: indignación. Indignación por saber que miles de personas acabaron como Maggie solo porque la sociedad las condujo a ello sin posibilidad de salir de ese agujero negro en el que se había convertido esta nación.
Nuestra corta historia está dividida en 19 capítulos de los que el 17 es el más significativo; podría decirse que es el clímax de la narración. Intentando no hacer ningún spoiler, os adelanto que hay un final semiabierto, ya que el autor no deja claro qué es lo que realmente ocurre con uno de los personajes; así que os animo a que en comentarios expongáis vuestras hipótesis.
La verdad que Maggie: una chica de la calle es uno de esos clásicos Norteamericanos contemporáneos que no debe faltar en la estantería de los amantes de la novela corta. La traducción en español es fantástica y agiliza la lectura, pero, para los que os animéis a leerla en versión original, debo advertiros de que Crane no se corta en utilizar el vocabulario más barrio bajero y enrevesado que conoce haciendo que a veces se complique su comprensión.
Personalmente, la encuentro una novela atemporal. Es cierto que no estamos en tiempo de gánsteres, pero la frustración que a veces nos provoca este mundo es muy equiparable a la que se siente al acabar esta lectura.
