A veces nos olvidamos de que la realidad supera la ficción. Esas historias de espías, actividades clandestinas, falsas identidades, encarcelamientos y torturas no son inventadas; hubo una época en la que estas vivencias eran el pan de cada día de cientos de personas. Estas historias son las que nos cuenta Jorge Semprún en su Autobiografía de Federico Sánchez. Él sabe mejor que nadie lo que es ser otra persona para evitar ser encarcelado, torturado y, posiblemente, fusilado.
«La casa de Concepción Bahamonde, número cinco (primero; exterior derecha), en torno a la cual se ha desplegado la vertiginosa espiral inmóvil de mi memoria, y cuyo recuerdo repentino, al mirar a Pasionaria y a los demás camaradas del Comité Ejecutivo, al comprobar la ausencia de Simón Sánchez Montero, que fue detenido el 17 de junio de 1959, la víspera de la fracasada Hache Ene Pe, su ausencia en abril de 1964, en la reunión celebrada en un antiguo castillo de los reyes de Bohemia, ha provocado esta interminable digresión»(335).
Mediante esta «digresión», el autor nos cuenta qué pasó en realidad para que en 1964 lo expulsaran del Partido Comunista Español (PCE). Se centra sobre todo en el periodo de actividad clandestina que hizo en España bajo el pseudónimo de Federico Sánchez. Cuenta desde su ingreso en el partido hasta su expulsión pasando por su ascenso y decepción del mismo. Escrito en segunda persona, en principio no se sabe con quién habla, a quién le está recordando todas esas vivencias.
Este libro no solo trata de la vida y las actividades en el PCE del autor; sino que permite entrever el contexto de la época, por ejemplo tratando el tema de las huelgas convocadas para manifestarse por los derechos de los trabajadores, y conocer a personajes importantes de la posguerra, como Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri. Además, Jorge Semprún muestra algunos de sus poemas y habla de la novela que escribía por aquellos años: Palacio de Ayete. Unos recuerdos le llevan a otros formando un texto cronológicamente desordenado, pero con un final que conecta con el principio del relato, y que le permite la libertad de mostrar documentos del partido, discursos de otros dirigentes, e incluso discute y reflexiona sobre las posiciones de sus camaradas con respecto a la política del partido. En este libro tan singular tiene espacio también la autocrítica, ya que el autor se echa en cara los fallos que cometió en esos años y las consecuencias que estos han tenido.
Lo más interesante de esta narración es que no se puede encasillar en ningún género. A veces puede verse como una autobiografía, otras como una novela y otras como un ensayo. El propio Jorge Semprún aclara: «estoy escribiendo la autobiografía de Federico Sánchez. Bueno, su autobiografía política, de un corte bastante victoriano, dicho sea en verdad: ni los sueños, ni la sexualidad, ni las obsesiones de Federico Sánchez figuran en este ensayo de reflexión autobiográfica, como no sea de soslayo» (270). Posiblemente esta sea la mejor definición para esta narración.
Por otra parte, lo que me llamó la atención, y más me gustó de este libro, es la estructura. Empezar y acabar en la misma situación siendo el resto de la historia una serie de recuerdos y opiniones me parece una labor de escritura bastante compleja. Hilar pensamientos que confluyan en un solo recuerdo no es una tarea fácil y el autor de Autobiografía de Federico Sánchez lo ha hecho de una manera extraordinaria.
Después de leer este «ensayo de reflexión autobiográfica», más entretenido en unos capítulos que en otros, lo que saco en claro es que no fue nada fácil ser Jorge Semprún, pero tuvo que ser mucho más complicado ser Federico Sánchez. Como comenté al principio, la realidad supera la ficción; este libro y las vidas de cientos de personas que pasaron por lo mismo durante la dictadura franquista lo corroboran.
Yo me despido ya, un abrazo y ¡Nos leemos pronto!
