¡Hola! Creo que no lo he dicho nunca, pero también me gusta escribir relatos de terror. De este estoy particularmente orgullosa, ya que ganó un corcuso de relatos paranormales creado por Ediciones Akera. El relato obtuvo un puntaje de 10/10 y en palabras del jurado calificador: «Es un relato fascinante y escalofriante. Su atmósfera está cargada de misterio. A pesar de ser un relato corto, logra atrapar y sorprender al lector de principio a fin. Por ende, es encantador».
Espero que os guste y os pongo los pelos de punta. Cualquier comentario para seguir mejorando siempre es bienvenido.
Nos leemos pronto.
La cuna
Esa noche la cuna se balanceaba sola en mitad de la habitación. Al principio creímos que era el viento, pero la ventana estaba cerrada. Los marcos viejos crujían incluso con el más leve movimiento y sabíamos que ninguna ráfaga de viento podía entrar sin delatarse.
Mientras mirábamos por toda la habitación tratando de descifrar cómo era posible tal fenómeno, parecía que el aire se espesara, y fue entonces cuando lo escuchamos. Un tarareo suave, casi imperceptible, como si viniera desde muy lejos, o desde muy dentro. Una melodía simple, una nana cantada por una voz que ninguno de los dos reconocía.
Vivimos en un décimo piso, en un edificio sin terrazas. No hay vecinos encima. Nadie podría estar ahí calmando el llanto del bebé que lloraba desconsoladamente.
Esa noche no dormimos. Al amanecer, la cuna se detuvo por sí sola. La habitación quedó en silencio, pero el aire seguía cargado de algo denso, de algo no perceptible a la vista.
Desde entonces, cada noche a la misma hora la cuna se mece. Y a veces, solo a veces, creemos oír un susurro entre el tarareo de la nana y el llanto del bebé, algo que no podemos entender del todo. Algo como: «Ya pasó. Mamá está aquí.»
No sé por qué compramos esa cuna. No tenemos hijos. Nunca los tuvimos.
